El pescado vendido

Y la Unión Europea habló.

Dialoguen, pero dentro de la legalidad. Tusk zarandeó por teléfono a Puigdemont antes de declarar la independencia, y tuvo que conformarse con una declaración de Independencia de la República de la Señorita Pepis, que la declaro para que la suspenda el Parlament, porque yo lo valgo, sin que el Parlament  ni declare ni suspenda nada -¡qué buena Señorita Pepis que es Carmen Forcadell y que poco respeto por el significado de la palabra democracia se tiene¡--. Y para colmo, después, en una sala del mismo edificio pero sin estar en la sala del Parlament  ni en sesión oficial, se firmó una declaración de Independencia de la que la misma Señorita Pepis se abochornaría por las cutres formas y por la farsa y risotada. Para que luego los catalanes presuman de Seny. A estas alturas van a conseguir que el circo Prize no ya traslade, sino fije de por vida su sede social en la Plaça de Sant Jordi. Con mis máximos respetos para el Prize y otros circos, profesionales en sentido estricto de su cosa.

Todo muy cutre. Casi insuperable. Si no fuera porque los mismos socialistas, que no saben a qué árbol arrimarse, exigen diálogo primero, se muestran estupefactos después, dicen apoyar al Gobierno sin fisuras, pero arrancan una reforma de la Constitución, sin que se sepa muy bien para qué ni porqué, ni cómo ni cuándo ni si contigo ni sin ti tienen mis males remedios.

Reclamaciones en apariencia formales pero vacías de contenido: El dret a decidir, el referéndum, la voz mayoritaria de un pueblo, la voluntad democrática, el diálogo, el respeto a la ley, el consenso…Paparruchas.

¿Pero sobre qué? ¿De qué, en realidad, estamos hablando? Todo son palabras y gestos grandilocuentes que esconden amaños y burlas. Los verdaderos interlocutores están actuando entre bambalinas sin que el vulgo tengamos conocimiento de lo que en verdad se cuece. Y cuando esté todo cocido nos lo presentarán cual Gala de Masterchef en diferido, anunciándonos a bombo y platillo la restauración de una legalidad cambiada, tanto que no va a conocer a nuestro Estado actual ni el Tato.

Las victorias se presentan como derrotas. Las derrotas se magnifican hasta parecer goleadas incontestables. Todo el mundo gana. Pero cada vez hay más crispación, menor convivencia. Están jugando con los nervios de la gente, y con su dinero. Y no se dan cuenta de que es la gente, la nerviosa, la que tiene la verdadera capacidad de decidir con su inconsciente consciencia ,la que podría alterar el curso –ya marcado- de la Historia, manejando su dinero como mejor le conviene porque es suyo, hasta que se demuestre lo contrario.

No nos merecemos (otro) presidente que nos mienta. Puigdemont ya lo ha hecho a los catalanes. En repetidas ocasiones. De forma reiterada, burlesca y grotesca. Esperemos ahora que Mariano no nos falle, aunque todo apunta que cuenta con el apoyo de los socialistas para minimizar los efectos de tamaña burla como se nos avecina.

Se ha hablado de la independencia a lo Escocia, a lo Padania, a lo bávaro, a lo Quebec o a lo Eslovenia.

Ha aparecido otra modalidad: la independencia a la catalana. Cómo conseguir que con una considerable minoría en apoyos  -no sólo en España sino en la propia Cataluña- todo un país se pliegue a las exigencias  y apetencias de unos pocos iluminados y acabe bendiciéndola, tras escaramuzas, chantajes, lloros, victimismos, supremacismos y mucho mucho morro mediante. La Ley, ... hace tiempo que murió de tan pisoteada como acabó.

Ojalá todos estos pensamientos solo hayan sido fruto de un mal sueño y que cuando vuelva a despertar la realidad me demuestre que estaba profunda y tozudamente equivocada.

Le juro a la Mureneta que, de ser así, peregrino hasta su sede para rezarle dos avemarías y un padrenuestro.