La Sentencia dirá lo inevitable: que Cataluña es España, le
pese a quien le pese, y los presos son la principal demostración de este hecho
irrefutable; y por mucho que pongamos a la zorra a vigilar las gallinas en el
corral, no deja de ser corral. Los políticos reos disfrutarán de prebendas extraordinarias,
distintas o ‘singulares’, acallarán y expedientarán a los funcionarios
penitenciarios que no sigan sus dictados, podrán cambiar incluso la Dirección Política
que manda sobre esos funcionarios, e incluso podrán plantearse para pagar sus
multas la cesión de derechos a TV3 para un futuro biopic en el que se ensalcen,
modo Narcos, sus valores humanos, su condición de buenas personas; pero
nada les podrá eximir de lo que serán a partir de la confirmación de la
sentencia: delincuentes, por haber vulnerado las leyes penales que rigen
nuestros destinos y comportamientos en España.
Los fugados clamarán a favor de la insurrección social y económica
-de otros-, los presos exigirán una vuelta al autonomismo del que expresamente
abominaron con su unilateral choque de trenes, otros clamarán por 155
venganzas, de modo permanente o en período electoral, y otros pedirán, ipso
facto, la celebración de referéndums por doquier o la concesión de indultos
inmediatos, aún sin mediar el innecesario arrepentimiento ni acto de contrición
alguno.
¿Y qué pasará al día siguiente? Mucho me temo que más de lo
mismo. Tenemos conflicto para rato. Dos no discuten si uno no quiere, pero
también es cierto que sólo dos hablan cuando a los dos les apetece. La sociedad
catalana se ha quebrado, se ha resquebrajado, partida en dos, aunque montones
de vados agrietan aún más si cabe los espacios aparentemente comunes, sosteniendo
y no enmendando los errores y falsedades con los que se ha engañado a la
población.
Cataluña no podía ser independiente. No tenía preparadas las
estructuras fundamentales, sólo un ‘esbozo de la señorita Pepis’, con unas
leyes abominables, aprobadas sin discusión ni debate democrático, para imponer
la voluntad de una mayoría claramente insuficiente. Cataluña se sabía imposibilitada para
emprender el camino a una Ítaca desconocida. Ninguna potencia internacional la
apoyaba, la Unión Europea no quería ni hablar del tema, y España evidentemente
no estaba por la labor de permitir una quiebra unilateral, chulesca y por las
bravas. Y, sobre todo, las empresas y los ciudadanos catalanes desconfiaban del
proceso, por muchas marchas multitudinarias y abanderadas que se apostaran en
el Passeig de Gràcia, las Ramblas o la Diagonal. Miles de empresas huyeron
despavoridas, los ciudadanos movieron sus capitales al resto de España, por lo
que pudiera pasar, como consecuencia de unos políticos chalados que en su
irresponsable huida hacia adelante -de la Justicia, sobre todo- habían
prometido, mintiendo, lo que sabían a todas luces que no iba a suceder, porque
nadie estaba en condiciones de permitirlo.
El ‘relato’ que ahora se imponga en Cataluña resultará
fundamental. Muchos catalanes han quedado desencantados, por creer a pies
juntillas las falacias de unos dirigentes y de su comitiva de aduladores
periodistas. Otros están cabreados, Algunos pocos todavía siguen soñando en que
la independencia es posible y siguen comprando las milongas que vienen de Waterloo,
TV3 mediante. Y el resto, esa mayoría que se dice silenciosa, y un tanto desquiciada,
ve con espasmo, desagrado, cansancio y miedo como las cosas siguen como estaban.
El Estado español, que abona religiosamente las nóminas de los políticos desleales,
sigue siendo el caco malo, el enemigo a batir, el ladrón represor fascista, y
otra sarta de improperios que sonrojan a cualquier patriota del mundo,
consciente de la necesidad de mantener la lealtad institucional entre órganos
de un mismo Estado.
Alguien tendrá que atreverse a decir a esos catalanes que
fueron engañados, que todo el procés fue una soberana mentira -bueno, poco
o nada soberana-. Que no existen presos políticos, que los políticos están en
la prisión por la comisión de delitos, o fugados por cobardía y por no querer
rendir cuentas de sus actos ante la justicia, la única existente, y no la que
querían inventar colgada de los atributos del Molt Honorable President. Y no
vale que ese alguien sea del bando enemigo, sino que debe ser una
reacción natural de los culpables de esta decisión unilateral de intentar
romper el pacto entre españoles que a todos afecta, y no únicamente a una parte
de catalanes descontentos.
No hacerlo así, y actuar como si nada hubiera pasado, pelillos
a la mar, no augura llegar a buen puerto. Aceptar por parte del gobierno
español que lo acontecido fueron simples travesuras contra el orden público y
no contra el orden constitucional es hacer un diagnóstico no del todo acertado
con las verdaderas intenciones de los encausados y de sus organizaciones políticas,
y ahí se mantienen sin modificarlas un ápice.
Es cierto que existe un problema político, evidente, y que
consiste en que algo menos de dos millones de catalanes dicen no querer
formar parte de nuestro Estado; pero tampoco pueden aspirar a formar ellos
solos un nuevo Estado por las razones apuntadas. Si ellos no quieren convivir
dentro de España, Cataluña va a tener un serio problema de ahora en adelante,
como la tuvo y la sigue teniendo Quebec, tras sus frustrados intentos
separatistas. Y el problema existe porque sus minoritarias aspiraciones, que entienden legítimas, no tienen cabida ni en el orden nacional, ni en el constitucional, ni en el
internacional. Porque, fundamentalmente, chocan con la aspiración legitimísima
también de muchos más millones de catalanes y españoles de vivir en comunidad,
bajo un orden común y compartido.
Entender las próximas elecciones generales en modo
plebiscitario sería un error, porque evidentemente no lo son; pero no es menos
cierto que los consensos y acuerdos que se tejan tras el 10N pueden resultar
cruciales para el devenir no sólo inmediato sino también mediato y para
afrontar, de un modo u otro, la que se nos viene encima, no sólo a los
catalanes.
Un acuerdo de las izquierdas -incluido el PSOE entre ellas,
para aclarar- parece no dar la mayoría requerida a tenor de las encuestas,
trackings y sondeos que se manejan y manipulan cocinados para deleite
del cuerpo electoral. El PSOE seguirá necesitando a la bancada nacionalista: sí, ésa
que tanto cabrea al ciudadano Rivera salvo cuando pudo pararles de verdad los
pies con la fuerza de los votos, y a la que ahora tanto azuza, con la
bandera de todos, el presidente Sánchez, cual rezagado de la manifestación en
Colón.
Y ojo, porque según algún previsor sondeo, es posible que sólo
con el apoyo del izquierdista PNV -porque ahora toca ser izquierdista en
Madrid, para que luego llamen veleta a Rivera-, el PSOE de Sánchez y sus izquierdas
pueda conseguir la ansiada reelección como el Presidente del Gobierno más guapo
desde Suárez. He visto elecciones a Miss Mundo menos trucadas, francamente. Y
con menos maquillaje del malo, también. El problema, en este caso, reside en la
contrapartida que llevan los peneuvistas escondida bajo el brazo: el
nuevo Estatuto de Gernika, precocinado, y amasado por las huestes nacionalistas
vascas con el perejil socialista, que para eso los vascos son el referente de la
alta cocina, alejada de los productos precocinados a última hora sinfundamento.
Nada de igualar a los desiguales españoles. Reforzamiento de los fueros históricos,
y derecho de autodeterminación, puro y duro, unilateral, y para cuando les
venga bien -a ellos, naturalmente-. Ahí es nada. Los catalanes vendrán de los
fenicios, pero en materia negociadora parece evidente que en Neguri les llevan
bastantes lecciones de adelanto.
Rivera, el imberbe Rivera, comparece vestido de faralaes,
sin entonar su auténtico cante hondo, cambiando el registro a unas coplillas
facilonas que ya a casi nadie emocionan. Peligra, me da a mí, no del trasvase
de votos, sino de que sus votantes le den directamente la espalda quedándose en
casa. En cualquier caso, su único consuelo puede ser que resulte útil de palmero, para llenar el decorado.
Por el momento, apenas nadie se está fijando en Casado, que
apuesta por el silencio rajoyano frente a la lenguaraz Álvarez, y casualidades
o no, puede tener más rédito del que nunca habría imaginado con esa estrategia.
De él depende, básicamente, convencer a los desencantados con la situación política,
con el desatino provocado por la idocia de Sánchez e Iglesias, junto a sus
asesores áulicos, de no acordar lo que ambos decían que querían. Dicen los salvapatrias que son votos de izquierdas, pero mienten si se lo creen. También deberá
convencer a los desencantados con Rivera, y que pretenden quedarse en casa, de
que el original siempre es mejor que la copia, Si Rivera quiere parecerse a él,
y hasta le ha dado la vida y el poder municipal y autonómico -casi de gratis-
allá donde ha podido, será por algo, así que si el jefe lo hace, porqué no
hacerlo directamente sus votantes. Tiene, además, el flanco derecho cubierto,
con un Vox que parece mantenerse en intención, aunque vaya usted a saber si en
determinadas circunscripciones el voto útil puede hacerle un favor a Casado -o
no-.
Deberíamos fijarnos más en Casado, porque parece que de él
depende, y no de Rivera, que el gobierno de España deje de depender del
chantaje de unos pocos, en perjuicio del resto. En primer lugar, por saber si
es capaz de lograr un vuelco electoral, algo que a fecha de hoy nadie
pronostica, pero, vaya usted a saber. Si los socialistas se han empeñado en
resucitar a Franco e incluso proponen ascenderlo a los cielos helicóptero
mediante, cosas más terrenales pueden ocurrir. Y en segundo lugar, si no
consigue el sorpasso, el que de verdad vale, Rivera, no el de quedar
segundo, entonces estaremos en condiciones de comprobar su auténtica talla política de líder en un
momento crucial para España.
Crucial porque es impensable que los grandes pactos de
reforma constitucional, si es que tiene que haberlos, se realicen sin la
aportación de uno de los grandes bloques que integran el Congreso español: PSOE
y PP, tanto monta, resultan necesarios, por varios errores cruciales de Rivera,
pero ése es otro cantar, para encarar el modo de afrontar las propuestas de
solución al conflicto catalán y, de paso, adecuar la Constitución a las
exigencias del siglo XXI.
Si los socialistas no son capaces de entender esta situación,
que sí entendieron Suárez y González en su debido momento, harán un flaco favor
a los españoles, sus votantes incluidos. Si consideran que un abrazo con vascos
y podemitas -viejos y nuevos- es suficiente para alterar las reglas
fundamentales de juego -para resolver el suflé catalán y de paso
beneficiar aún más a los vascos- se estarán equivocando históricamente de
nuevo.
Los socialistas deberían hacer entender a Sánchez que tan rechazable es
el discurso nacionalcatólico de Vox como el nacionalcatólico vasco -ya no
digamos el de misa y rezo diario en Montserrat-.
Fundamentalmente, porque ninguna de sus propuestas resuelve
los aporemas en los que nos encontrábamos y nos seguiremos encontrando después
de la histórica sentencia.
Que ustedes voten bien, si pueden y saben.
Comentarios
Publicar un comentario