Notaria del lenocinio

Que dice la Vicepresidenta que un ‘no sé’ o un ‘me duele’ sin marcha atrás inmediata va a ser violación. Y que para evitar la acusación sería conveniente que los hombres –esos pobres animales primitivos- tuvieran la precaución de asegurar el consentimiento expreso de la victimizada mujer, debilitada y denostada por las leyes, aunque en puritita teoría, que no en la práctica, pretendan equipararla en cuestiones de género –que no de sexo- con su complementario, que no opuesto.

Que no puede permitirse que el juez –por machista, claro- interprete una norma que debiera ser clara –no es no; pero un 'alomojó', puede, quizá o 'talvez', también (sic)-, enfrentando a lingüistas, semiólogos y sesudos juristas con la claque de moradas pancartistas y tuiteras del todo a cien que no toleran la emancipación definitiva de la mujer, la que nos debiera liberar del yugo intervencionista estatal.

Lo mejor para la integridad de la mujer, dice -que no sé si piensa- la Vicetoda, es que los jueces se abstengan de interpretar la ley y se limiten a aplicarla con los criterios que su benefactora voluntad nos ha asegurado. Fuera garantías jurídicas, fuera libertad, fuera derechos constitucionales: lo mejor es la protección de mamá Gobierno con la atención personalizada de su Ministra Vicepresidenta, con lacito y firma dedicada.

Pero a mí me da, aunque se pretenda lo contrario, que lejos de ahuyentar manadas delictivas y repugnantes, va a generar no sólo auténticas manadas de repulsa y rechazo al oprobio causado por su satirizada idea sino, lo que es más grave, una reacción sin sentido contra la aspiración de tantas mujeres de ser tratadas como lo que son, personas.

Queremos ser libres, iguales y personas de derecho pleno, pero el gobierno se empeña en ponernos notarias en cada esquina, cual madames del lenocinio, para que se verifique cantidad, calidad y voluntad del deseo, que no del placer consumado, ... aunque todo se andará, amigo Sancho.

No me resisto a pensar que la señora Vicepresidenta ha dicho otra de sus boutades habituales, como cuando aquello de que el dinero público no era de nadie. Porque lo que no es de nadie, en particular de mi querida Ministra Vicepresidenta, más que de una misma, es la voluntad de cada una de nosotras en un acto íntimo como es el vivir nuestra sexualidad complaciendo -o menos- a quien nos dé la gana, digamos sí, quizá o tú ya sabes que a mí eso no me gusta.

No es por ahí como se alcanza la plena igualdad de las mujeres ni su libertad. No es atizando a la justicia y a los jueces en general por una sentencia que, por muy criticable que sea, no constituye categoría. Ni se alcanza tampoco reavivando la incoherente e incomprensible guerra de sexos que usted se ha empeñado en liderar.

No nos merecemos que desee convertirse en la Notaria Mayor del Lenocinio.