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Los Pica-piedra

Pedro y 'Wilma' estaban condenados a entenderse, pero va a ser prácticamente imposible. 

'Wilma' no quería presentarse. No lo tenía claro. San Telmo la cobijaba del frío judicial madrileño, y la estación del AVE quedaba andando demasiados minutos al norte, donde nadie la conocía, donde casi todo el mundo la consideraba señalada por el dedo corrupto de sus protectores, una más.

Pero el aparato era demasiado exigente como para negarse. Demasiados los intereses, demasiadas las verdades ocultas tras las mentiras oficiales, y pocas las reflexiones que invitaran a la refundación, a pesar de que el poder pasaba de largo elección tras elección, sin que los votantes mayoritarios superaran la desconfianza hacia unas siglas otrora míticas e históricas. 

El partido estaba muerto.

Entre todos lo mataron y él sólo se murió. Seguía inerte, de cuerpo presente, alimentado artificialmente por una 'gestora', que respondía a los impulsos de los señoritos del patio y del palco, de los mandos apoltronados en los consejos de administración del IBEX que edulcoraban el otrora pensamiento socialista, después socialdemócrata y finalmente liberal-socialista, socialización de pérdidas y privatización de beneficios mediante.

Al otro lado del pedestal, debajo, los heroicos militantes que todavía conservaban un carnet raído, rojizo desgastado, de tanto manosear la rosa con el puño, se resistían a aceptar la debacle, agarrados a un pensamiento político que se demostraba imposible, insostenible, pero que a fuer de verlo reproducido por sus adversarios políticos, estaban dispuestos a 'sostenello' y no 'enmendallo', que siempre fue mejor el original a las malas copias. O eso pensaban.

Ninguna reflexión, ausencia total de nuevos parámetros de actuación. Sin ideas, sin ideología alternativa, sin planteamientos revitalizadores. A diestro y siniestro, una pura y simple máquina de engrasar el mínimo poder que todavía atesoraban, o de intentar no perderlo en la siguiente debacle. 

La militancia, la que no dependía del cargo de libre designación o de alguna partida de los presupuestos públicos, quería rebelarse frente a lo que consideraba un golpe autoritario, inadmisible, que además ponía la gobernabilidad por encima de las ideas, de las suyas; en una clara manifestación, -otra más-, de bajada de pantalones a la que se habían acostumbrado en los últimos tiempos, adoptando posiciones políticas que la otrora derecha firmaría ruborizándose; y para no verse superados por la izquierda por un partido surgido de la nada: bueno, de los despachos de la oposición, dando vida a la brillante pinza ideada en su día por D. Julio. 

Pedro había demostrado su ineptitud. Su falta de saber estar, de asumir la responsabilidad histórica del momento.  Tampoco había estado a la altura Mariano, pensaba él, y allí seguía, encumbrado, como si tal cosa. Sólo el primero lo había pagado con su cargo. 

Pero no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, así, por las buenas. 

Debía aprovechar el momento. Sabía que podía. Percibía el malestar de la militancia, ninguneada por su propio partido con políticas de otro signo, herida en el orgullo por el poder y la influencia perdidos, tras dejarse engañar por aquel vendehumos convertido en jefe de gobierno, por la casi total ausencia de autocrítica. 

Se equivocaría Pedro si cree que la militancia lo apoya. De la misma manera que resulta simplista creer que los americanos están con Trump, sin parar mientes en el error cometido por los demócratas al nombrar como candidata a un animal poco de fiar como Hilaria, su Wilma particular. 

La militancia le ha dado su aval, de forma sorprendente, o no tanto, pero no su apoyo incondicional, que no es lo mismo.

Está dispuesta a encaramarlo de nuevo a lo más alto para demostrarle a los de Ferraz que sin ella no son nada, que quiere tener voz, que necesita ser oída. Para rebelarse contra las imposiciones mal explicadas, para exigir, aún sin ideas, una nueva forma de hacer política, aunque se asemeje demasiado a la de siempre. 

La mina corre el riesgo de erosionarse con tanto picapedrero.  Pedruscos cruzados entre partidarios y detractores del desgastado capullo que firmarían los mismísimos bandos enfrentados de doña Esperanza, engullida por su propia Ave Fénix de dos cabezas. 

Los militantes siguen picando, ... allá en la mina, mientras el patrón, puro en boca y As en la mano, aguarda el momento para atestar el golpe definitivo que los noquee, irremediablemente, para siempre.

El ganador primario puede ir preparando las velas para el entierro. 





Requiescat in pacem.




Petra Pacheco
Benicarló
5 mayo 2017

Comentarios

  1. ¡Magnífico, Petra!
    Un saludo.
    JAOE.

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  2. Excelente Petra. Excelente.

    Yo me pasaré cada día menos por el Confi, tengo mucho que hacer y no puedo dedicarle tiempo a jugar al ratón y al gato con los 750 de miércoles.

    Me ha gustado especialmente la observación de que Pedro&soons se tiene muy creido que los avales lo son a muerte, como Rajoy se creía que la gente que lo votó en 2011, 20N, lo hizo porque era del PP.

    Me temo que esto va a acabar mal.

    un abrazo






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