LA TERRAZA
18-01-10
Rumor de olas.
Franquicia de vientos. Olores aéreos. Espíritu que se suelta y se escapa, y que
se nos va extraño, de paseo, por rincones tan conocidos.
Crujir armónico de maderas antiguas de suelo en la
casa. Noche de invierno que no lo es tal, más solo por lo pronto que anochece.
Ay, el sol, despiadado y agresivo en verano, y tan ausente y tímido en
invierno.
Salimos a la enorme
terraza, orientada al mágico Oeste, donde todo empieza y todo acaba. Buscamos
con la mirada las amigas y hermanas y madres estrellas. Las vemos: somos polvo
de estrellas, más polvo enamorado. Las cuerdas que nos unen para siempre con los
que son y con los que fueron. Ay padre, que estás por todos lados.
Invasión, batalla de
olores: la brisa del mar, flores augustas, plantas salvajes. Inspiramos todo lo
que podemos, no sólo para respirar, sino para alimentar nuestro presente, que
un segundo después ya es pasado, repleta despensa de recuerdos, de los que
nutriremos cuando el futuro no nos sea tan propicio.
Nos vemos y nos
sentimos. Sonreímos. El mar, tan grande, nos mira imperial, y nos lanza su
mejor regalo: su brisa, su caricia húmeda y dulce, como el fragante sexo de una
mujer que nos quiere, amor supremo sin condiciones la de una mujer enamorada.
Igual que por una
mujer, nos dejamos querer por el mar. Mimosos, sensibles y atentos.
Todo lo observamos,
todo lo vemos, aunque sea de noche y medio mundo duerma. Regañamos un poco a
nuestro espíritu travieso, que se despista y se va demasiado lejos, sin que lo
alcancemos a ver, de la misma manera que nos asustamos un poco cuando perdemos
de vista unos segundos a nuestro perro, cuando lo paseamos suelto por el campo.
El mar. La terraza.
El viento. Las estrellas. Hoy no llueve, pero tenemos el mar, y nos tenemos a
nosotros.
El rumor de olas que
nunca para, y que nos balancea y nos acuna cuando dormimos en esta casa tan
antigua y tan vivida. La señoras olas, imparables, infatigables, incansables,
desde los principios de los tiempos y hasta el final de ellos, que nos acompañan
siempre: nunca escuchamos música en esta
casa: qué mejor sinfonía que ellas mismas, que conciertan e interpretan
variaciones y sonidos infinitos!
La terraza, tu
querida terraza, padre. Cómo puede ser que te sintamos tanto si sólo eres
polvo, más polvo enamorado?
Será verdad esa
teoría de las cuerdas por la que todo y todos estamos unidos para siempre por
unas vibrantes cuerdas, en los multiuniversos infinitos, en los tiempos
infinitos, porque nunca nada empezó y nunca nada acabará?
Miramos con dulzura
dónde te sentabas. Cuando querías hablar y reír y vivir. O cuando querías estar
solo, y aspirar como un alimento primigenio esa brisa de mar que tanto te
gustaba.
Nos acostamos. Nos
tapamos a salvo de la humedad rural de la vieja pero espléndida casa. Y nos
dormimos, arrullados por las olas, protegidos por ellas, que velan nuestro
sueño justo y tranquilo.
Soñamos. Soñamos que estamos en una terraza. Soñamos que vivimos y que todavía te tenemos, padre.
Duerme con nosotros,
padre. Siempre te soñamos, siempre te tendremos.
529 palabras by Boswell.
Precioso. Muy sentido. Gracias, Boss.
ResponderEliminarGracias!, JAOE
EliminarPrecioso homenaje. Muy sentido. Gracias, Boss.
ResponderEliminarGracias!, Jesús.
EliminarHola estimada, espero no te moleste que use tu blog para saludar al amigo Boswell...sospecho que su cabeza también ha rodado por el cadalso escaleras abajo y me apenaría perder contacto.
ResponderEliminarA ti también te han decapitado en vozpopuli o estabas ya hasta el moño?
Besotes
Hola!, querido.
EliminarCreo que mi cabeza no ha sido rodada (ni rodante)..., todavía.
Estoy harto de VP y el vaso ha colmado la gota con tu expulsión y la de otros.
Un abrazo! Mantenemos el contacto, aquí y en DISIDENTIA.
¿De verdad lo han decapitado, Derondat? ¡No me lo puedo creer! Y el beppe y demás morralla siguen por allí.
EliminarLa verdad es que me extrañaba no encontrármelo por allí estos días.
En fin. Aquí y en Disidentia, pues.
Un abrazo.
me ha emocionado, señor Boswell
ResponderEliminarGracias!, Petra.
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